lunes, 10 de septiembre de 2007

Paysandu.

Tengo todo arreglado, nos dijo el flaco Roberto, ustedes se vienen de noche a eso de las nueve a casa, pasamos la noche allí, y nos levantamos temprano para ir hasta la agencia de camiones que queda cerca de casa, ya arregle con un camionero amigo que va a Paysandú y nos llevara hasta allá sin problemas.


Así, que ese viernes previo a Semana de Turismo, Santa, o principalmente para nosotros, De la Cerveza, tomamos el ómnibus que nos llevaría desde Malvin hasta el Prado, donde vivía el flaco, junto a Fernando y a José, dispuestos a emprender el viaje hacia Paysandú y su semana de la Cerveza a la madrugada siguiente.

Pero claro, como dice el dicho uno propone y dios dispone, y en realidad, en este caso era la madre del flaco que estaba disponiendo que este, debido a su mala actuación liceal, no iría a ninguna parranda desde ese momento hasta que cumpliera la mayoría de edad.

Así que cuando estábamos llegando a la casa del susodicho, vimos que una mochila volaba por la ventana de una casa, y a continuación alguien saltaba siguiéndola. Que pasa flaco?, nada, nada, respondió, mi vieja no me quiso firmar el permiso de menor así que me rajo de todos modos, aclaremos, no se como es ahora, pero hace 30 años era un pasaporte a caer en cana, si estabas con pinta de guacho, pelo largo y sin ningún mayor a la vista, tenias una mochila al hombro y no tenias el famoso “permiso de menor” expedido por la comisaría del barrio, pero flaco, y ahora donde dormimos?, pregunte yo, hubiese también preguntado si lo del camionero estaba arreglado, pero por temor a la respuesta me calle la boca.

Así, que luego de pasar una noche congelante en el Prado, a eso de las siete de la mañana arrancamos hacia la avenida Millan, para empezar a hacer dedo, ya que como nos temíamos, el viaje con el camionero amigo del flaco, por problemas que no vienen al caso, había quedado sin efecto.

Por supuesto que no era la primera vez, ni seria la ultima, que viajásemos a dedo, pero uno ya tenia las expectativas puestas en ese camión, así que el malhumor era palpable en el grupo. Si serás pelotudo, primero nos haces dormir en el Prado y ahora tenemos que hacer dedo, decía Fernando, bueno que queres que haga si se me complico la mano, contestaba el Flaco, y como todos sabíamos que si había un ser irresponsable en este mundo este era el Flaco, terminábamos por callarnos y hacer dedo, pues sabíamos que por mas que protestáramos, el otro no iba a cambiar mas su forma de ser.

Así que luego de horas y horas de hacer dedo y bajar y subir de diferentes vehículos llegamos cerca del anochecer a Paysandú. Era norma en nuestro grupo, el salir a la deriva, sin comida, sin dinero, solo con una mochila algo de ropa y el sobre de dormir. En esas épocas éramos jóvenes, alocados y nos sabíamos encantadores, así que nos resultaba realmente fácil sobrevivir día a día de la “caza y la pesca”.

No era la primer visita a la Semana de la Cerveza, ya habíamos estado anteriormente, y siempre nuestra forma de sobrevivir, era dormir en campamentos cerca del río, y recorrer alguna casa que otra pidiendo algo de comida, actitud que hoy me daría vergüenza llevar adelante, pero en aquella época se ve que de vergüenza teníamos poco stock en nuestras mochilas.

Y fue en una de esas recorridas que llego a una casa, donde me recibe una mujer, que aunque bastante mayor que yo, demostraba una belleza natural y fresca.
Ella, ya con sus años encima, y soltera, vivía con un familiar en su casa, y quedaba por largos periodos de tiempo sola, ya que ese familiar por negocios viajaba constantemente.

Donde estas durmiendo?, me pregunto, y sin dejar que contestara agrego, aquí en casa tengo lugar en el garaje, porque no te quedas a dormir aquí?
Y a partir de ese día, disculpándome con mis amigos, mude las pocas cosas que me acompañaban, hacia el garaje de esta desconocida pero generosa dama.
Pasaron un par de días, de tarde yo pasaba con mis amigos recorriendo el festival y disfrutando la vida, y por las noches iba a cenar y dormir a la casa de mi nueva amiga.

Una noche luego de una juerga bastante pesada, llegue a la casa de Ella con más litros de cerveza que de sangre en mi organismo, por lo que pase una mala noche, y un peor despertar debido a la resaca. Ella se apiado un poco de la situación, y a la mañana estaba golpeándome la puerta de mi “habitación”, con un te en la mano, Ella se sentó a mi lado, y me dio el te que comencé a beber con placer. Y comencé a sentir, el tibio calor de la infusión llenando mi garganta, y la tibieza de su mirada en mi cara. Luego de algunos segundos en que su mirada se cruzo con la mía, segundos que me parecieron eternos, tomo mi cara entre sus manos, y me beso muy despacio y tiernamente los labios.

Yo no sabia como actuar, era demasiado joven y ella superaba en mucho mi edad, y esas sorpresas descolocaban mis ansiedades adolescentes aun. Ella me miro, dijo en voz alta, pero como para si misma “Pensar que podrías ser mi hijo”, me pidió disculpas por el beso y se retiro.

Esa noche, y luego de pasar la tarde con mis amigos, a los que no conté nada sobre mi experiencia, regrese a la casa de Ella, me estaba esperando con la cena pronta, y con una tristeza en su rostro que era palpable. “No debí haberte besado tesoro” me dijo mientras acariciaba mi cara, “sos demasiado joven, perdoname”. Dicho esto agrego, “Y creo que seria bueno que no te quedaras mas en casa”.
Aunque en ese momento no entendí la actitud de ella, muy a mi pesar tome mis cosas y me fui, rumbo al campamento a pasar la noche junto a mis amigos.

Nunca más supe nada sobre aquella dama, a la cual comprendí recién al ser yo mismo un adulto, pero tengo presente en mi corazón su ternura, su indecisión, y su miedo a la hora de besar mis labios adolescentes, hace tanto tiempo ya.

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