domingo, 9 de septiembre de 2007

Jorge y Maria.

La noche caía sobre Montevideo con su oscuridad pesada y triste, y la muerte, agazapada entre las sombras, esperaba, que es lo que la muerte mejor sabe hacer, esperar.
-Jorge intentaba dormir, creía que el sueño acabaría con sus miedos y angustias, por lo menos por aquella noche, pero no, los fantasmas que desde siempre lo atormentaban, no lo dejaban reposar, lo acosaban, lo perseguían, no le daban tregua.


-Pasajera de esa misma noche, Maria luchaba contra otros demonios, cada tanto, la somnolencia producida por la morfina, daba paso a pequeños destellos de lucidez, que le permitían comprender que el final estaba próximo, los dolores se iban desvaneciendo, como gastados por el uso excesivo, y el cuerpo torturado por el cáncer dejaba escapar poco a poco su esencia vital.

-Son las tres, pensó Jorge en voz alta en la soledad de su cuarto, soledad que solo contribuía a generar un sentimiento de vació que nada podía llenar, soledad que le obligaba una y otra vez a replantear el porque de su vida, el porque de su cansancio eterno, Jorge miro nuevamente el reloj, solo habían pasado cinco minutos, pero parecía que, como una estadía en el infierno, su estadía en este mundo sin sentido seria eterna.

-Porque a mi?, se pregunto Maria, que pasara con mis hijos?, el cerebro con sus destellos de lucidez, preguntaba sobre lo injusto de la vida, sobre lo inevitable de la muerte, preguntas que se iban desfigurando, junto a recuerdos lejanos de veranos en la playa Malvin junto a sus padres, su cumpleaños de quince con fiesta en la casa familiar, el primer beso de Carlos, sus partos, los mimos de sus hijos, caricias de abuelas y risas de hermanos.

-El cerebro de Jorge a su vez era torturado con dolores reales e imaginarios, ya detestaba el hecho de tener que vivir un día mas en este mundo, no soportaba la idea de luchar para obtener solo la nada al final de la lucha, la noche, su noche, se le hacia eterna y otra vez los demonios lo acosarían. Se levanto de la cama, como un sonámbulo, casi sin voluntad propia, y se dirigió hacia el baño, abrió la ducha, se metió bajo ella, y sintió un dolor punzante en su muñeca y una tibieza pegajosa comenzó a recorrerle la mano izquierda, Jorge miro su muñeca abierta y se sentó a esperar su final tranquilamente.

-Las tres y media marcaba el reloj en la muñeca de Carlos el esposo de Maria, sentado junto a ella, veía entre lágrimas como el amor de su vida se apagaba poco a poco. Poco a poco la mujer que tanto le había dado, se moría sin que el pudiera hacer nada para impedirlo. Porque a mi! pensó Carlos, y sintió vergüenza de su egoísmo absurdo, porque a Maria, se corrigió.

-Por primera vez en mucho tiempo una paz infinita invadía la mente de Jorge, sentía como por sus venas abiertas escapaba la vida, pero arrastrando con ella toda la decepción, toda la amargura, todo el dolor acumulado en su alma durante tanto tiempo, el nunca había sido un tipo feliz, pero ahora nada importaba, todo quedaría atrás, Jorge estaba muriendo.

-Un sonido ronco broto de la garganta de Maria, Carlos se dio cuenta de inmediato de lo que estaba sucediendo y llamo rápidamente a la enfermera, pero para Maria, toda ayuda ya era inútil, ella ya no pensaba en sus alegrías, en sus momentos de enorme felicidad junto a su familia ni en sus anhelos, Maria había muerto.

-Rompía el alba sobre la ciudad, obligándola a entreabrir sus ojos, la noche estaba muriendo, y el día comenzaría, como tantas veces había comenzado en Montevideo, pero esta vez sin Jorge ni Maria.

0 comentarios: