
Ya lo he dicho por ahí, no me caracterizo por tener una buena memoria. Me cuesta retener nombres, fechas y números en general, esto hace que se me complique a veces el acceder a los aparatos con que frecuentemente me divierto o me gano el sustento.
El hecho de que tenga que pensar una contraseña para ingresar a algún sitio, ya hace que me olvide instantáneamente de ella, para ingresar, a un cajero automático, por ejemplo, debo digitar el PIN sin pensarlo, sin consultarlo con mi memoria, sino, zas, me quedo sin dinero ese día.
Y vaya que esto es particularmente complicado para mí. Por motivos de trabajo, debo acceder diariamente, a no menos de 20 identificaciones de usuario con sus correspondientes contraseñas, casi todas ellas, anotadas en un organizador, al cual también accedo mediante un código secreto.
Hoy, como me sucede a veces, en un breve instante el cerebro me hizo overflow, tan lleno estaba de datos, que era imposible acceder a él y esto me sucedió al momento de querer hacer una llamada telefónica.
Por supuesto que no recordaba el número telefónico, pero sabía que en el celular estaba almacenado, por lo que lo tome entre mis manos, abrí su tapita, y allí me di cuenta que el mismo estaba apagado!, y peor aún, por un instante intente recordar cual era el PIN del susodicho aparatejo.
Para abreviar, les cuento que tras digitar erróneamente 3 veces el dichoso PIN, el celular se trabó, pidiéndome a su vez el PUK, un numerito que por lo visto es el jefe del PIN, o sea trabaja menos, pero es más importante.
A esta altura del partido, ya comenzaba a ponerme nervioso, necesitaba hacer esa llamada, y no podía acceder al número, y para colmo de males, tampoco podía acceder a una de mis tantas cuentas de mail, si adivinaron, no recordaba la contraseña.
Acabo de llegar de la oficina donde una amable señorita me destrabó el celular, poniéndole una clave tan fácil, que hasta yo la recordaría, bueno, eso pensó ella, para mí, eso no es tan fácil que digamos.
Leer más...