viernes, 16 de mayo de 2008

Mi obra.


No soy impaciente, para mí el tiempo no cuenta, y por ello, fue que hice las cosas lentamente, para que salieran bien. Primero, creé la nada, y creí que con ello me alcanzaría, pero note que la nada era vacía, oscura, aburrida y sin gracia.

Así que con un poquito más de esfuerzo, no mucho, lo admito, se me dio por crear en algunos milisegundos el Universo. Eso fue hace bastante tiempo atrás, recuerdo, que para impresionarme a mi mismo, por otra parte, ¿a quien mas podría impresionar?, se me dio por crear todo a través de una explosión bastante teatral y rimbombante, Big Bang la llaman ahora los científicos.

Si, lo admito, a mi mismo me sorprendió el resultado, ya que ni yo sabía en realidad lo que quería cuando comencé con todo esto. Me sentía como esos artistas que comienzan a garabatear los primeros acordes en el pentagrama, sin sospechar siquiera como será la obra terminada. De un puñado de pura energía, esencia de mi propio ser, ahora estaban apareciendo cosas nuevas e inesperadas.

Eón a eón, mi sorpresa crecía, y crecía mi amor hacía lo que había creado. Me sorprendía el ver como naturalmente, no solo iba apareciendo el material primigenio de lo que constituiría todo, sino, y más importante aún, también las leyes que lo gobernarían.

Esas leyes fueron, por ejemplo, las que apretujaron a las primeras nubes gaseosas para formar al cabo de milenios a las estrellas. Estrellas que reproducían en la inmensidad fría del espacio algo que me era muy propio: la luz. Al principio sólo yo era luminoso, solamente yo tenía la capacidad de destruir las tinieblas, y resulta que ahora, era mi obra la que comenzaba a brillar con luz propia.

Luego de algunos millones de años, perdón, se dieron cuenta de que yo, un ser sin principio ni fin, estoy hablando de tiempo?, es que esa fue parte de mi obra también, la creación de algo que marcara la duración de lo finito. Bueno prosigo, al cabo de algunos millones de años, girando alrededor de infinitas estrellas, comenzaron a aparecer infinitos planetas, lunas y meteoros.

Y fue en alguno de esos planetas, en que un milagro se fue dando. La materia inerte comenzó un buen día a transformarse, restos de lo que en algún momento fueron estrellas moribundas, comenzaron a combinarse de tal forma, que algo nuevo apareció en el Universo. Trozos pequeñísimos de carbono, metano u oxígeno se combinaron para transformarse en elementos vivos.

Y ya nada fue igual, porque nada, ni las puestas de soles de extraños brillos en los planetas de sistemas estelares múltiples, ni los colores de las más hermosas nebulosas que viajan por el espacio, pudieron ya compararse, a la belleza de la vida. Pétalos de rosas, alas de mariposas o dinosaurios, no podrían jamás compararse ni al más hermoso de los diamantes.

No crean que la aparición de la vida fue por mi premeditada. Nada mas lejos de la verdad, simplemente se fue dando. Mi obra, en cierto modo, me fue imitando, se transformó ella misma en creadora, y lentamente fue dándole existencia a lo hasta ese momento inexistente, del mismo modo que yo lo había hecho, quince o veinte mil millones de años antes, ya ni me acuerdo exactamente cuando, con ella misma.

Pero si la aparición de la vida fue algo extraordinario, lo realmente maravilloso, y para mi desconcertante, aún estaba por venir. En puntos diferentes del Universo, en innumerables puntos diferentes, seres de apariencias muy distintas por cierto, comenzaron a tener conciencia de si mismos. Una conciencia rústica al principio, simplemente se reconocían como individuos al verse reflejados en el charco donde se agachaban a saciar su sed.

Pero esa conciencia fue avanzando, creciendo, y al igual que millones de años antes, como las estrellas con la luz, comenzaron a mostrar características que me eran muy propias. Sentimientos, nobles sentimientos como el amor, o la solidaridad, pero también, otros sentimientos, que me eran desconocidos hasta entonces, innobles, como la maldad y el odio. Claro, no eran dioses, eran simples mortales, y como tales imperfectos.

Esa misma imperfección, creo yo, los lleva a ser tan pedantes, que creen haber sido creados a mi imagen y semejanza, ¿no piensan acaso que sería imposible que yo me pareciese a las innumerables razas de seres concientes que existen?. En todo el Cosmos sucede lo mismo. Ni bien un individuo comienza a desarrollar su conciencia, se cree el centro del Universo.

Y lo peor es que al pensar que soy el responsable por su creación, se creen con el derecho a pedirme. Y piden, cosas imposibles, pero piden. ¿Cómo alguien que pone una bomba en un mercado, puede pedirme que le reserve un lugar junto a mi en el paraíso?, por cierto, ¿de que paraíso están hablando?.

¿Qué clase de ser es aquel que con una sotana, se atreve a dar “mi bendición”, a un torturador o asesino?. Cuanta barbarie cometen estos seres desgraciados en mi nombre. ¿Tan estúpido puede llegar a ser un mortal, que piensa que soy capaz de perdonar cualquier cosa?. Soy magnánimo y me mueve el amor, es cierto, pero hay actos tan aberrantes que ni yo los soporto.

Ya me imagino que el que lea esto, se preguntará el porque permito este tipo de cosas. Bueno la verdad es que me están aburriendo. Tengo un sitio, reservado, donde tengo amontonados a todos los que han muerto hasta ahora. Algo que he leído, escrito por una raza que vive en un planeta perdido, y que se hacen llamar Humanos, me ha dado una idea al respecto.

Ellos tienen un libro al que llaman Santa Biblia, y habla del Cielo y el Infierno, lugares reservados para las almas de los buenos y los malos. Creo que sería una muy buena idea, crear algo así para premiar a los justos y castigar a los indeseables.

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