lunes, 2 de noviembre de 2009

Apocalipsis infinito.


Las 7.15 a.m. el despertador de Marcel retumba en la habitación oscura, aunque sin lograr su cometido. Marcel ya se encontraba despierto cuando el reloj anunciaba su hora. Hoy era el gran día por el cual había estado esperando los últimos diez años. El acelerador de partículas mas grande jamás construido, alcanzaría al fin la temperatura óptima de funcionamiento, algo mas de doscientos setenta grados centígrados bajo cero.

Después de tanta preparación, luego de tanta ansiedad el experimento que Marcel consideraba el más importante en la historia de la física moderna, estaba por llevarse a cabo.

En el inmenso tubo con forma de anillo, un haz de electrones viajando al noventa y nueve por ciento de la velocidad de la luz, se preparaba para colisionar con otro haz disparado desde el extremo opuesto. Los potentes electroimanes superenfriados ajustaban cada vez más las trayectorias. Marcel entrecerró los ojos y aguardó, en algunos minutos se sabría al fin si el misterioso bosón de Higgs, la esquiva Partícula de Dios, realmente existía.

Al fin las partículas subatómicas se encontraron en medio de una fugaz micro explosión, al tiempo que las pantallas de los sensores fulguraban con cientos de trazos de energía generadas por la colisión.

Marcel se recostó en su silla, y una extraña sensación lo invadió por completo. Algo no andaba bien, por enésima vez durante este día, se sentó frente al monitor y comenzó a chequear los resultados del experimento. Aún no estaba claro que había surgido de todo esto. Los indicadores mostraban que algo más que simples partículas estaban emergiendo en el colisionador.

Pero en un instante no mayor a una millonésima de segundo, Marcel y sus pensamientos desaparecían para siempre, como para siempre desaparecía todo lo que le rodeaba. El jamás sabría que lo que los sensores detectaron tras la colisión eran los restos de un universo infinitamente pequeño que la máquina acababa de destruir.

Y jamás lo sabría pues, otro científico, infinitamente mayor que el, con una maquina infinitamente mayor y poderosa, creyendo destruir una partícula subatómica, en realidad acababa de destruir el propio Universo de Marcel, mientras buscaba la enigmática y esquiva Partícula de Dios, en el mayor acelerador de partículas jamás construido en su planeta.

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