viernes, 12 de octubre de 2007

Recuerdos taurinos.


Ese domingo, nos levantamos temprano, antes de las 9 de la mañana, desayunamos rápidamente y, sentados en el lobby del hotel, nos quedamos esperando al micro que vendría a buscarnos. Les daremos un pequeño city tour, nos dijeron, y luego los llevaremos a ver el espectáculo.

Como cuestión de cortesía, nos habían invitado a un grupo de uruguayos que estábamos desarrollando tareas de apoyo en una empresa multinacional en Perú, en diversas oportunidades, con esa cordialidad típica de los peruanos, a diferentes eventos.

Esta vez no era diferente, y mientras recorríamos las calles tan llenas de historia de Lima, caía en la cuenta que había sido decisión mía, el haber accedido a concurrir a la corrida de toros. Podría haberme disculpado, y quedado solo en el hotel, pero, como empujado por los demás, y para no parecer descortés, había accedido, y por ello, ahora estaba yendo a un sitio al que en realidad no tenía muchos deseos de ir.

El viaje desde el hotel, no fue muy largo, previa parada por la casa de la coordinadora, para buscar nuestros tickets, y breve paseo por la ciudad para admirar la arquitectura colonial, con sus casas con hermosos balcones de madera de época del virreinato. Recuerdo que pasamos por el río Rímac, y me llamó la atención el caudal bastante escaso de agua que fluía bajo el puente, y a los pocos minutos, el bus estacionaba en una angosta calle con un movimiento festivo que sorprendió.

El cielo estaba muy azul, como es habitual en Lima, en lo alto algunas aves de un fuerte color oscuro, revoloteaban por sobre la plaza de toros, mirándonos desde allá arriba, tal vez con desaprobación, por lo que estaba por ocurrir.

La plaza estaba llena, muchos lucían sus mejores galas, como en una fiesta, y mientras oíamos los toques de una banda, pasábamos de una fila hacia otra, buscando los lugares que de antemano se nos habían asignado.

Nuestras ropas, nuestra forma de hablar, y nuestra piel más pálida de lo normal en aquel estadio, les demostraban a todos, que éramos extranjeros de paso, sin ninguna experiencia taurina. Por ello, éramos blancos constantes de la amabilidad local, que se esforzaban por enseñarnos los misterios de ese “arte” tan antiguo y extraño para nosotros.

No lo recuerdo, pero creo que fue un portón que se abrió, y apareció en medio de la arena, un espectacular y majestuoso animal. Negro como el azabache, lleno de vida y de curiosidad, resoplaba y miraba a su alrededor, moviendo constantemente su cola y pateando el polvo. Recuerdo su piel lustrosa, y sus músculos a punto de estallar debajo de ella, y un sentimiento de profunda pena invadió mi espíritu en ese momento.

El torero, con su traje de luces y su porte grácil se movía por el campo, estudiando al toro, el cual previamente había sido acicateado por un par de jinetes con una especie de jabalinas que llevaban en sus manos derechas, tal vez para despertar la fiereza del pobre animal, o quizás para debilitarlo, y volverlo menos peligroso para el matador.


Una, dos tres veces el toro arremetió ciegamente contra la capa bicolor que se movía delante de el, mientras el diestro esquivaba el voluminoso cuerpo al compás de los ole!!!, con que los entusiastas lo premiaban, ante cada verónica, media verónica o movimiento de capote.

Luego de algún tiempo de tortura, en que, como casi siempre en estos casos sucede, la fuerza bruta del astado nada podía hacer contra la cruel inteligencia humana, el torero se despojo de la capa, y tomo unas pequeñas espadas curvas llamadas estoques, las cuales fue clavando una tras otra en la testuz de la pobre bestia jadeante.

Ese impresionante animal, que hasta hacía poco, pastaba serenamente en algún campo, ajeno quizás a la maldad humana, agonizaba ahora, resoplando sangre por su boca y su hocico, sorprendido, temeroso y denigrado por quien teóricamente, era más evolucionado que él. La multitud rugía y el matador, saludando con su extraño gorro en alto, paseaba orgullosamente frente a las gradas.

Los enormes ojos negros, que extrañamente en ese momento a mi me parecieron de una bondad y pureza extrema, se fueron cerrando poco a poco, mientras las arenas rojas de sangre de la plaza, recibían, primero las rodillas, y por ultimo el cuerpo entero, ya muerto del animal.

Arriba, en el cielo, las aves seguían dibujando círculos en el cielo azul de Lima, concientes de que la muerte debajo de ellos paseaba aquel domingo sobre las arenas de Acho.

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jueves, 11 de octubre de 2007

Que esta pasando con nuestro clima?


Señores, yo me pregunto, que ha sido de la vieja y querida primavera?, donde ha quedado aquella hermosa estación de golondrinas, flores perfumadas y mariposas coloridas?. Recuerdo que en el colegio todos los advenimientos de las primaveras, eran recibidos con dibujos en aquellas hojas amarillas y ásperas de papel garbanzo de temas netamente primaverales.

Los niños casi siempre dibujábamos cometas y golondrinas, y las niñas flores y mariposas, claro, hace mucho de esto, les hablo cuando cada estación era claramente definible, y sabíamos a que atenernos. Hoy en día pienso que si les piden a los escolares que dibujen temas primaverales, algunos dibujaran paraguas en lugar de cometas, y pingüinos en lugar de golondrinas.

Donde quedaron aquellos tiempos en que nuestras madres sabían que cuando guardaban la ropa de invierno, por cinco o seis meses, no volverían a quitarle la naftalina?. Hoy eso es impensable, no existe, quien no ha usado remeras en invierno y bufandas en primavera? Hasta nuestros roperos han sufrido cambios drásticos, y no nos extraña para nada ver como se codean sobretodos con bermudas, y sandalias con botas de goma.

Y lo peor de todo es que estos cambios tan pronunciados que se están dando en nuestro clima, se dan también a lo largo del día. Uno debe de salir de manga corta por el calorcito de la mañana, pero con un buzo y un paraguas en el maletín, pues es casi seguro que lleguemos al trabajo húmedos por la transpiración, y regresemos a nuestros hogares empapados por la fría lluvia de primavera!.

Ya hace casi un mes que el mundo atravesó el equinoccio, y no se dio por enterado!! Será que el calentamiento global lo tiene mal y le hace olvidar de que tiene que cambiar el clima en los hemisferios?, bueno, mas bien el enfriamiento global, si al termómetro montevideano nos remitimos.

Sólo el almanaque, y la pelusa de nuestros queridos plátanos montevideanos, que se nos meten en cuanta rendija anatómica encuentran disponible, nos están indicando que estamos en la época de las flores y las golondrinas, solo eso, y es que en este mundo moderno, nada escapa a los cambios, ni siquiera el clima.

Claro, hay cosas que no cambian, por ejemplo, las casas de electrodomésticos seguirán vendiendo estufas, para utilizarlas en diciembre, y aires acondicionados, para prenderlos en pleno invierno.

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