lunes, 10 de septiembre de 2007

Mi ultimo dia en Bogota.

Mire el reloj, 20.05 de un día viernes. Baje del taxi, taxi, que pese a las reiteradas recomendaciones de compañeros, había “cogido” en la calle, me metí en el hotel y me dispuse a disfrutar del Jacuzzi en mi ultima noche en Bogotá. Como de costumbre llame a mi casa para conocer las novedades del día, y de paso avisarles que esta vez seria la definitiva, no aplazaría nuevamente el vuelo, ya que mis tareas en Colombia habían concluido.


Por motivos de trabajo, ya había pospuesto dos veces mi partida de Bogotá, ya que la Gerencia local, jugosos viáticos mediante, me había convencido en dos oportunidades de aplazar mi partida.

El vuelo partía a las 8 de la mañana siguiente, pero yo debía presentarme en el aeropuerto tres horas antes, por lo que, pensaba tomar un baño no muy extenso para tener tiempo de preparar las valijas, así luego cenaría algo rápidamente en aquel restaurante que quedaba a pocas cuadras del hotel, y me acostaría, tratando de dormir aunque fuese un par de horas, si podía vencer la ansiedad que las partidas me suelen producir.

El agua tibia y burbujeante del hidromasaje ayudaba a mi relajación, tanto que una somnolencia fue ganando mi mente. Y si terminado el baño pedía algo de cenar al servicio de habitación del hotel? Definitivamente me saldría muchísimo mas caro, ya que el hotel, un cuatro estrellas muy coqueto, tenia un restaurante demasiado fino y costoso para mi gusto. Yo, realmente lo visitaba muy poco, pues al ir a cenar solo, no cuadraba mucho en aquel ambiente de luces tenues y pianista romántico, que servía de preámbulo para mimos, a parejas de amantes, a las que rato después, veía subir hacia sus exclusivos nidos de amor clandestinos, así que yo, al ir sin compañía, no me sentía muy cómodo por el ambiente que allí se daba, y sobre todo, por lo que tenia que afrontar al pedir la adición, por eso, solo en contadísimas ocasiones había hecho uso de el.

Más de un mes de estadía en esta hermosísima y muy divertida ciudad ya estaban haciendo mella en mi humanidad. Jornadas laborales de nueve o diez horas y largas y aburridoras reuniones de trabajo, sumados a las diarias y continuas invitaciones para parrandear, de parte de mis compañeros de trabajo colombianos, y algunos uruguayos que coincidían con mi estadía, todas y todos afectuosísimos realmente, contribuyeron a que mi cansancio fuese grande a esta altura de los acontecimientos. Ni que hablar que la combinación de 2800 metros de altura, mas cervezas y licores varios, no son una buena receta para quien esta acostumbrado a vivir en un lugar donde lo mas alto que divisa es un cerro de ciento y pocos metros.

La espuma crecía en la bañera y crecían los deseos de terminar cuanto antes con el engorroso trámite de armar las valijas, y así, poder acostarme lo más pronto posible (ya estaba dudando inclusive en pedir algo para cenar).

El teléfono me sobresalto, así que dejando un reguero de agua y espuma por la moquette, fui corriendo hacia la habitación para atenderlo: -Señor esta bien que el remise lo pase a buscar a las 4 y 30 para llevarlo al aeropuerto?-. -Si, esta bien muchas gracias-.
Bueno, a prepararme para enfrentar a las valijas, abrí el duchero y comenzaban a desaparecer los restos de espuma de mi cuerpo, cuando nuevamente el teléfono me sobresalto. –Disculpe señor, hay unas personas que lo buscan en recepción-, -Muy bien, gracias, le puede avisar que termino de ducharme y bajo?.

Quien podría ser?, me vestí lo mas rápidamente que pude y baje a ver quien me buscaba. Cuatro compañeros uruguayos estaban esperándome en la recepción. -Juan, tenemos que tomarnos algo por tu partida, vestite que nos están esperando en Mister Babilla.-
Lugar divertido si los hay, especie de casona enorme, con enormes mesas de pesada y rustica madera, puestas en fila, y que a cierta hora de la noche, sirven también de pista de baile a más de una o uno pasado de rosca.

Como zafar del compromiso?, sabia lo que esa invitación significaba, ni mas ni menos que terminar a la una de la mañana (hora en que los boliches están obligados a cerrar en Bogotá como forma de frenar un poco el despelote público) cansadísimo y con la cabeza dándome vueltas y mas vueltas por la zona Rosa de la ciudad y discutiendo en casa de quien seguiríamos la joda.

-Gracias gente, pero mañana tengo que levantarme a las cuatro de la mañana, y ni siquiera prepare las valijas aún-, argumente tratando de evitar la salida.
-No jodas che, es tu última noche aquí, y la tradición es salir de boliches con quien se va, además quedáte tranquilo que a mas tardar una y cuarto estas de vuelta.-

Fue así que luego de variadas excusas y negativas, me vi en medio de una mesa llena de amigos y botellas. Alcohol, calor, baile, baile calor y alcohol, sumados a mi cansancio y a los siempre presentes 2800 metros, hicieron que perdiera no solo la noción del tiempo, sino, y mas preocupante aún el poco sentido común que aún en mi quedaba.
Para colmo, una compañera de Medellín o Cali, ya no recuerdo realmente de donde era, empecinada en enseñarme a bailar cumbia, hacía de mi cuerpo una coctelera humana, logrando con total éxito una perfecta mezcla de anisado, cerveza y aguardiente, que a esa altura tenia en mi cavidad estomacal.

Por eso poco me importó el hecho que llegada la hora de cierre de los boliches bogotanos, accediese gustoso a ir junto a los cuatro amigos originales, hacia Chia, especie de ciudad satélite de Bogotá, donde la parranda esta autorizada a continuar hasta la madrugada profunda.

Profundo también era, por decirlo de una manera sútil, el estado de embriaguez de quien manejaba, por lo que fue realmente un milagro que lográramos llegar sanos y salvos a nuestro destino, y mas milagroso fue el hecho de que al volver, recargados por supuesto, fuese la ascensión a una vereda y el casi choque con una columna, el único percance sufrido en nuestra travesía (gracias Nuestra Señora de Montserrat).

No se, si por puros caretas, o por el hecho de ser extranjeros y un tanto exóticos para ellos, no tuvimos inconvenientes en acceder al área VIP de un boliche bastante exclusivo, sin tener que pagar por ello. Mis amigos, con el handicap de la soltería, la juventud, la pinta y por si fuera poco el hecho de hablar diferente, se convertían fácilmente en ganadores en aquel ambiente.

Mucha movida, mucho alcohol, y nada sólido para hacer piso, hacía difícil la coherencia en aquellas horas, para colmo, estábamos en una zona exclusivamente marchosa, por lo que a todo lo anterior se sumaba el retumbar de la música electrónica a un millón de decibeles, volviéndonos cada vez menos cuerdos.

No se en que momento de lucidez, se me dio por mirar el reloj. A alguien le ha sucedido pasar de la embriaguez a la sobriedad casi total a causa de un fuerte impacto emocional?
Bueno, les digo que eso es posible, el impacto emocional que me produjo el ver en el reloj que ya eran muy pasadas las tres de la mañana, hizo que mi mente de despejara por completo.

Ahora claro, como se le convence a alguien con unos cuantos litros de alcohol en el torrente sanguíneo, que abandone a una hermosa morocha de ojos verdes, a la cual está casi casi convenciendo de que la mezcla racial que se dio en el Río de la Plata ha dado como resultado al arquetipo del macho latino, para que lo lleve de vuelta a uno al hotel?
Imposible, se sabe que las hormonas tienen mas fuerza que la amistad, así que la estrategia fue diferente, le pedí a ella que no le diera más bola a mi amigo (que por desgracia era el que manejaba). Ella, lejos de apiadarse de mi condición de tipo que tiene prohibido posponer nuevamente su partida, y acceder a mi pedido (era evidente que también en su caso las hormonas le estaban haciendo perder el control ), solo se rió de mi desgracia y llamo a una amiga suya. Esta otra amiga tenía “carro” y estaba por regresar a Bogotá, por lo que se ofreció gustosamente a llevarme sin problemas.

Al final, por temor a que terminara secuestrado (cosa no extraña que le puede suceder a un extranjero trabajando para una multinacional por aquellos lares y aquellos tiempos), mis amigos, muy a su pesar, decidieron que no era prudente separarnos, y que serían ellos los que me llevarían de vuelta a la capital, aunque dejaran inconclusas sus respectivas nuevas conquistas y mas que frustradas a sus hormonas.

Luego de todas las peripecias de la vuelta, con el ya comentado casi choque con columna, llegue justo justo, para preparar apresuradamente las valijas, envolver regalos, darme un duchazo, y bajar a tomarme un último “tintíco”, previo a mi partida de aquella hermosísima ciudad, de gente tremendamente cálida y alegre.

2 comentarios:

baskhara dijo...

Bacano que te gustó Bogotá.
Una pregunta, ya tengo mucha curiosidad, el acento de los Bogotanos lo consideras neutral?

Jota E dijo...

Me gusto y mucho, si. Sobre todo la calidez de la gente y lo divertida que es. Con respecto al acento, si te referis a la forma de hablar, lo note agradable al oido, no muy exagerado con lo que puede ser la forma de hablar del uruguayo, tiene como un leve cantar. He conversado con peruanos, chilenos, paraguayos, ecuatorianos y venezolanos entre otros, y con los colombianos, es en los que menos noto el acento.