domingo, 9 de septiembre de 2007

La primavera se esta acercando a la ciudad.


Hoy en la mañana, fui a cambiar el aceite al auto, el taller queda en el centro, a pocas cuadras de la rambla, no mas de 6 o 7, así que al enterarme que por lo menos el coche estaría una hora y media en espera, lo deje y comencé a caminar hacia el mar.

El día estaba precioso, con ese calorcito que se comienza a sentir cuando la timidez de la primavera va empujando de a poco al invierno que tozudo no quiere irse. Lo único que me decía que aun estábamos en la estación del frió y la oscuridad, fueron los plátanos aun desnudos, sin su ropaje de verano.

La rambla sur estaba en esos momentos de extraña serenidad, que se da cuando el Centro y la Ciudad Vieja comienzan a descansar de los oficinistas y los trámites bancarios. Me acerque al murallón tan alto y tan hermoso y me senté un rato, el sol casi me obligo a sacarme la remera y a quedar solamente con mi pantalón deportivo, todo era perfecto, el agua tan serena como la rambla, estaba transparente y muy quieta, a lo lejos, saliendo de la bahía un enorme barco, seguramente cargado de nostalgias, se iría no se para donde.


Y en el cielo, revoloteando a poquísimos metros de mi cabeza, las primeras golondrinas que veo en este año sus lomos de un azabache azulado, muy lustroso y brillante, como si no tuvieran nada de uso, contrastaban con lo esmeralda claro del mar cada vez que bajaban en picada para rozar sus plumas en el agua. Sus acrobacias aéreas captaban la atencion de los afortunados humanos que en esos momentos estábamos allí, despertando los celos de los gorriones, que picoteando en las rocas de la playita del gas, armaban bulla y escándalo como para llamar nuestra atención.

La tibieza y el brillo de ese sol, hacían que mis ojos se entrecerraran, potenciando así, mi olfato y mi oído, y casi me quedo dormido, solo sentía el olor del salitre, el mar me arrullaba, las golondrinas me cantaban su canción de primavera y los gorriones, bueno, ellos eran los únicos que, por lo visto, no querían que yo me durmiera.

Crezco, y es como volver a la niñez nuevamente, cada pequeña cosa, cada sonido, cada aroma, cada renacer me sorprende más y más cada día, y ojala que eso nunca deje de pasarme.

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