lunes, 10 de septiembre de 2007

Mis miedos.

Pero que cosa no?, hoy sentado aquí mismo frente al monitor sin hacer nada productivo, estoy por tomar entre mis manos la taza con café, y zas, por miedo a quemarme cuando iba a asir el humeante beberaje, hice un mal movimiento y decore con hermosas manchas marrón oscuro, unos papeles un tanto importantes.


Y fue en esa experiencia cuasi mística y un tanto sucia, que me puse a cavilar sobre los miedos en el ser humano. Pues acaso hay alguien en este mundo que no este condicionado por los miedos? Inculcados, aprendidos o inventados, pero siempre presentes en nuestras vidas.

Nacemos asustados, ya que pasamos de un lugar calentito y cómodo a un lugar frío y desconocido, donde ni bien nos presentamos, zas, nos dan una palmada para avivarnos!!, y claro eso ya nos condiciona, ya debutamos en este mundo como seres miedosos.

Y cuando comenzamos a crecer, quien no ha dejado de decir, tocar, o hacer por miedo al sopapo materno? Cuantos pintores de frescos se ha perdido la humanidad por la amenaza de la mama al nene que pintaba la pared con la crayola? Yo mismo creo que el miedo coarto mi vocación de ingeniero, si rompes o desarmas eso te la ligas!!, me decía mi viejo, y entonces, yo por miedo al cinto, me quedaba sin saber lo que había dentro de los juguetes o los aparatos eléctricos de la casa.

Luego, aun chiquito nos enseñaban los curas, a los que tuvimos la desgracia de ir a un colegio católico, que mentir era pecado, robar era pecado, fornicar era pecado y si no teníamos edad aun para fornicar, autosatisfacerse también era pecado, Dios los esta mirando decía el cura, levantando el índice hacia el techo, y el infierno esta allí para aquellos que pequen!!!, se retrucaba a si mismo con el dedo apuntando al sótano.

Y claro uno, que era bastante inocente a esa edad, miraba para arriba, luego para abajo, cavilaba un rato y no robaba, no mentía y dejaba al pito bastante quieto por temor a que ese cornudo rojo, con cola y tridente lo incinerara a uno en el fuego eterno.

Luego cuando nos avivamos que seria imposible que existiese algún diablo que pudiera lidiar con tanto mentiroso, pajero y ladrón que hay en este mundo, fue que ya el miedo a la estadía eterna en el infierno quedo sin efecto. Pero aparecieron otros miedos, claro, mas acordes a la edad en que uno tenia, pero no menos castradores que los inventos del cura.

O acaso en esa hermosa etapa de la adolescencia, quien no dejo algo sin hacer por miedo a que no funcionara?, o que le dijeran que no?, o que fuera imposible de llevar a cabo? Recuerdo que en tercero o cuarto de liceo no me le declare a cierta compañera por la cual hubiese muerto, por miedo a que me rechazara, con el tiempo supe que ella hubiese dicho que si, pero el miedo, ese miedo al fracaso me hizo fracasar.

Luego uno abandona la adolescencia y se adentra en la adultez, y ya como adulto, deshecha los miedos juveniles, uno ya no es un imberbe inseguro con barritos en la cara!!, uno ya es todo un hombre con pelos en el pecho (bahh no muchos en realidad), y entonces los miedos, nuestros miedos, si efectivamente, no desaparecen, solo cambian.

Ahora el miedo es al compromiso, a engancharse en una relación duradera. Uno anda por los veinte y pico y le aterra la posibilidad de un embarazo no previsto, de un matrimonio no deseado. Pero claro, no les ha pasado, que los miedos desaparecen cuando aparece el amor?, y es el amor que nos hace olvidar el temor al matrimonio, y nos vuelve tipos totalmente dominados y felices. Pero claro, siempre hay un pero en la vida, otra vez el miedo se metamorfosea, ahora uno siente miedo al futuro incierto, a las dudas sobre el porvenir de la familia, en fin siente miedo al fin de mes.

Y uno entonces, se mata laburando para rodearse del confort que lo haga olvidarse de las cuotas y las tasas de interés de la tarjeta de crédito, y ya no tenemos miedo a un futuro económico incierto, ahora nos aterran otras cosas.

Y es que uno ya cincuentón, a veces ve fotos de uno mismo cuando se sabia ganador y con futuro y añora esos años, y entonces se aterra, porque uno se da cuenta que dentro de diez o veinte años, estará viendo su propias fotos de cuando tenia cincuenta y añorara esos dorados años de cincuentud, cuando aun no le temía a la parca.

0 comentarios: