lunes, 10 de septiembre de 2007

La profecia de Perez.

Serian las dos y media o tres de la tarde. Ese día había sido más complicado que de costumbre, los tiempos se me acortaban y los clientes esperaban resultados, así que cuando mi mujer me aviso que la llamada que acababa de llegar hasta el teléfono, era para mí, me puse realmente molesto. “Hola, como estas tantos años”, escuche a una voz mascullar nerviosamente del otro lado de la línea, “Soy yo Camilo Pérez, te acordas de mi?”. Y los recuerdos comenzaron a venir al galope hacia mi mente, si claro, Pérez, como no lo iba a recordar, aquel compañero del secundario, siempre estudiando, y muchas veces solitario, y es que Pérez era el “traga” de la clase, el que obtenía las mejores notas y los peores amigos. Siempre de lentes y con algún libro bajo el brazo, era de los que jamás se raboneaban, y siempre sacaban un diez en todo.


Jamás integrado al grupo de los que gustábamos de interponer la diversión al estudio, conmigo era con el que mas contacto tenia, ya que mi enamoramiento con su prima preferida, había llevado a que compartiera con el, alguna tarde que otra en casa de Noelia, su prima, intercambiando de cuando en vez, alguna palabra , con ese ser parco y sumamente inteligente.

“Hola, estas ahí?”, la voz de Pérez hizo que como una piedra lanzada a un estanque, su pregunta rompiera la calma que hasta ese instante inundaba mi mente.
“Si disculpame, como andas tantos años?, que es de tu vida?”, pregunte, casi automáticamente, tratando de ser lo mas amable posible. “Bien, bien”, me contesto parcamente, “te llamo porque me es imperativo el hablar personalmente contigo”, me dijo en una voz que denotaba un nerviosismo acumulado en vaya a saber cuanto tiempo. “Tenes algún problema?, paso algo con Noelia?”, pregunte ya intrigado por su tono imperativo y nervioso, “no”, contesto el, “pero por favor, no me preguntes nada por teléfono, donde y cuando podemos vernos?”.

A esta altura de la conversación, la curiosidad ya ganaba mi espíritu, haciéndome olvidar de las premuras de los clientes, y las urgencias de las prioridades.

“Cuando quieras nos vemos, yo estoy cerca de Tres Cruces, que te parece en un par de horas en alguno de los cafés del nivel de los andenes, conoces?”, conteste yo, deseando desde ya tener esa reunión lo antes posible, a fin de quitar de mi todas las teorías y elucubraciones extrañas que mi mente estaba tramando a causa de la curiosidad.
“Si, conozco bien, a las cuatro y media entonces nos vemos, yo voy a estar con unos papeles bajo el brazo, creo que no vas a tener problemas en reconocerme”
Dicho esto, y antes de que yo diese mi saludo de rigor, colgó el teléfono en forma que me pareció por demás descortés y brusca.

Hacia muchísimos años que no veía a Pérez, así que sentado en el bar de la Terminal, con un cortado frente a mí, trataba de crear una imagen mental de cómo se vería, con todos estos años a cuestas. Seguiría usando sus gruesos lentes de imitación carey?, llevaría, como cuando adolescente, su pelo cortado casi al ras?, pelo que jamás llegaba a los cuellos de sus blanquísimas y almidonadas camisas?

“Hola, tanto tiempo”, una voz inconfundible me despertó de mi ensimismamiento, levante los ojos, y lo que vi ante mi me dejo perplejo. Una persona con una espesa barba, unos cabellos demasiado crecidos y muy poco higienizados, y vestido como un vagabundo, estaba parado junto a la mesa que yo ocupaba, sus ojos rojos y cansados miraban mi asombro, solamente por su voz, y sus anteojos de falso carey, fue que me convencí de que quien estaba frente a mi, realmente era a quien yo esperaba.

“Pérez, sos vos?”, pregunte como un idiota, y enseguida me arrepentí de la pregunta.
“Si Juan, soy yo, como veras no tuve tiempo de progresar en la vida, pero no me importa mucho en verdad”. Si en algún momento había tenido algún resquemor al estar frente a este ser de aspecto alienado y desaliñado, ahora, al escuchar su voz, dicho resquemor iba desapareciendo de a poco. No sabría como explicarlo, pero por su voz, me parecía que el Pérez que hace años había conocido con sus libros bajo el brazo, y su pelo cortisimo, no había cambiado en nada en su esencia, solo en su apariencia.

Me di cuenta entonces que el aun seguía de pie junto a mi, así que en un ademán en que se juntaban un pedido de disculpas y una invitación a acompañarme, le arrime una silla y automáticamente le pregunte que iba a tomar.
“Un café, gracias”, dijo, y acto seguido con sus manos huesudas y de largas y sucias uñas puso sobre la mesa un montón de papeles, blancos algunos, de colores otros, todos prolijamente cosidos a mano, y con la inconfundible caligrafía de quien tenia en frente.

Tuve la intención de preguntarle por su vida, por su obra, y claro, por la vida de Noelia, a la que recordaba aun con cariño, quería saber si estaba casada, si se había recibido de contadora como era su anhelo, y mas que nada quería saber si ella era feliz.

“Mira Juan”, comenzó a hablar antes de que yo preguntara nada, “lo que te voy a contar es muy importante, no se si me vas a creer pero te pido que primero me dejes hablar y luego si tenes alguna duda me hagas las preguntas que creas necesarias”
Iba a preguntar de que se trataba todo este tema, cuando el café solicitado, llego a la mesa traído por el mozo de turno, lo que me hizo callar, oportunidad que aprovecho Pérez para continuar.

“Siempre me gustaron las matemáticas, vos lo sabes bien, y siempre me intrigo la forma en que estas gobernaban nuestro Universo”, me decía esto mientras se acomodaba sus lentes e intentaba darle un sorbo a su humeante café, yo lo miraba, y aun sin comprender bien lo que pretendía de aquella reunión, asentía con la cabeza, a la vez que me distraía con la bella rubia sentada frente a nosotros. “Esto es importante Juan, demasiado importante”, me dijo de pronto, cuando noto mi falta de interés, y yo me sobresalte, el tono de su voz había cambiado completamente, ahora este se condecía con su aspecto físico, y eso me produjo, al decir verdad, cierta incomodidad que hasta ese momento no había sentido.

Así que venciendo mi incomodidad, y a esta altura también mi aburrimiento puse atención a lo que mi ex compañero de liceo comenzaba a contarme. Su tono otra vez había vuelto al cauce sereno y conocido por mi, por lo que aunque no el aburrimiento, si mi incomodidad volvió a desaparecer como por arte de magia.

“Hace muchos años”, comenzó diciendo, “tuve una intuición, esa intuición me llevo a pensar que todo lo que sucede, sucedió, o sucederá, en cualquier sitio del Universo, puede explicarse mediante una formula matemática. Esa formula seria ni mas ni menos que la ecuación madre de todas las ecuaciones, que tantos pensadores intentaron descubrir a través de la historia para explicar el funcionamiento de todo lo que nos rodea”. Hizo una pausa, ojeo algo en sus escritos y prosiguió, “fue así que comencé a estudiar concienzudamente los fenómenos planetarios desde que estos comenzaron a documentarse, hasta el día de hoy, para tratar de obtener un patrón matemático en ellos, y comencé con esos fenómenos cósmicos, ya que la intuición me decía que a mayor escala del fenómeno, menor la dificultad para descomponerlo en una formula matemática”, yo lo observe, hice una mueca de incredulidad, lo que fue interpretado por Pérez como un pedido de explicaciones sobre lo acababa de decir, y explico “es sencillo Juan, cuanto menor es la escala del fenómeno, mayor es el nivel de detalle y mas variables se hayan en juego, por eso es mas difícil calcular la trayectoria de una piedra lanzada por un brazo humano, que la orbita de un planeta”. Mire el reloj, las agujas me mostraban que por encima de cualquier ecuación que gobernara al Cosmos, ya se estaba haciendo tarde, y tenia cosas mas interesantes que tratar, así que anticipándome a las frases, para mi poco coherentes, que Pérez se aprestaba a comunicarme, tome valor y le dije, “disculpame mi ignorancia, pero me estas contando cosas que a mi no me interesan para nada, es mas no se porque después de tantos años acudís a mi para contarme sobre tus teorías”

El me miro, su mirada trasuntaba ahora siglos de cansancios e incomprensiones, y me arrepentí por segunda vez de haber dicho algo que no tendría que haber dicho.
“Perdoname” dije tratando de disculparme, “estoy bajo mucha presión, y hay veces en que ni se lo que digo”.
“No te hagas problemas Juan, ya estoy acostumbrado a que no me tomen en serio, sabes?, esa es la historia de mi vida, y sin embargo es tan importante lo que quiero compartir contigo!!”, yo baje la guardia, pedí otros dos cafés y rogué a Pérez que siguiera con su cuento.
“Bueno, como te decía, estudie durante casi treinta años los principales fenómenos cósmicos, y eh aquí que llegue a descubrir un patrón que los relacionaban, un patrón que se da a partir de ciertas variables, tantas y tan complejas, que el hombre ha llegado a definirlas con la palabra azar”.

Llegaron los cafés a la mesa, hizo el una pequeñísima pausa y prosiguió, “Ese falso azar que muchos piensan que es en definitiva lo que nos gobierna, es lo que al fin, después de una vida, yo pude descomponer en una ecuación”.
Mentiría si no dijera que a esta altura de la conversación, un dejo de interés comenzó a asomar en mi, y quizás el lo capto sutilmente pues me dijo a continuación. “Si Juan, aunque no me creas, he logrado una ecuación con la cual puedo calcular con una exactitud casi total, hechos que ocurrirán en el futuro”.
Yo lo mire sorprendido, quizás porque esperaba otro tipo de confesión de su parte y le dije, “mira Pérez, es muy fuerte lo que me estas diciendo, si fuese verdad lo que me acabas de decir, ya habrías acertado el Cinco de Oro varias veces y no estarías hecho un mamarracho como estas ahora”, no termine de completar la frase y ya me estaba arrepintiendo por tercera vez de mis dichos. “Como te dije antes”, prosiguió el casi sin inmutarse por mis palabras, “calcular cosas tan humanas, es sumamente difícil, y lleva un tiempo enorme, es por eso que me he dedicado a la tarea de descifrar futuros sucesos a nivel cósmico en que la escala de las variables a considerar, si bien son enormes, son menores, como ya te he explicado antes”. Yo emití un sonido cuasi gutural de asentimiento y el prosiguió. “El estudio minucioso, y repetido en tres ocasiones, que he realizado Juan”, y aquí se puso serio y comenzó a tartamudear, “me indica que el mundo tal como lo conocemos no existirá mas a partir del próximo jueves a las 17 y 35 hora uruguaya”.

Yo me quede boquiabierto, ya habían pasado casi tres horas de conversación, y recién ahora caía en la cuenta que mi interlocutor era un orate?, En que momento la mente de este otrora brillante ser humano se había estropeado?, fue a causa de tanto estudiar?, seria un problema de orden genético?, como había demorado tanto en determinar que tenia frente a mi a un loco que me estaba diciendo que al mundo le quedaba solo tres días de existencia?, me hacia todas estas preguntas al tiempo que pedía la cuenta, para de una vez por todas, dar por terminada la reunión.

“Sabia que no me ibas a creer Juan, y te comprendo, si yo estuviese en tu lugar difícilmente hubiese creído esta historia, y como sabia esto, hice un esfuerzo tremendo durante seis meses, sin descansos casi, para poder hacer una pequeña lista de hechos menores que ocurrirán entre hoy y mañana, para que veas que no te estoy mintiendo”. Dicho esto saco un papel grasiento de un bolsillo de su pantalón y lo deslizo hacia mi mano izquierda que tenia sobre la mesa, se levanto, me pidió perdón por pasarme tan gran carga a mis hombros, levanto el montón de papeles encuadernados que aun estaban en la mesa, se despidió con un gesto cortes pero calculado y desapareció entre el gentío de la Terminal.

Yo me quede sentado en silencio unos instantes, luego me levante y comencé a caminar lentamente hacia Boulevard Artigas, rumbo a mi casa.
Iba a tirar el papel que me había dado, mas, por pura curiosidad lo comencé a leer, en el primer renglón se veía:
Día Martes (hoy) Hora 19.43, pequeño accidente en Goes y Acevedo Díaz, coche azul choca con ómnibus interdepartamental, solo una señora rubia sufre un pequeño corte en una mano.
Iba a reírme de lo leído, cuando escucho una frenada espectacular seguida de ruidos de vidrios rotos. Mire el reloj 19.43, que casualidad pensé para mis adentros, e iba a tirar nuevamente el papel, cuando se me da por pensar que el sonido del choque provenía de la calle Goes, así que fui a ver hasta donde las casualidades podían ser posibles.

Los curiosos se agolpaban en mitad de la calle viendo como un pequeño VolksWagen azul yacía incrustado en un ómnibus con destino a Tacuarembo. “Que pasó, hubo heridos?” Pregunte como un curioso más a alguien que había presenciado todo. “No, por suerte no paso nada, pero la saco barata la señora, solo se hizo un corte en una mano, pero nada serio”. Me sentí mareado, tantee el bolsillo de mi saco, y note que el papel grasiento seguía allí, me fui para casa, leyendo por el camino lo que aun me faltaba leer.
Día Miércoles Hora 00.15, terremoto en región despoblada de China, sin victimas.
Día Miércoles Hora 12.50, apagón general y por diez minutos aproximadamente debido a incendio en sub estación de UTE.
Día Jueves Hora 10.22, astrónomos detectan una súper explosión solar, el mundo científico se asombra por la magnitud del fenómeno que afectara sin dudas a la Tierra.
Día Jueves Hora 17.35, fin del mundo.

De más esta decir que no conté a nadie en mi casa de la extraña conducta de mi ex compañero ni sobre sus agoreros cálculos, en lugar de ello, taciturno y expectante, prendí la televisión en el canal de noticias esperando de una vez por todas el desmentido a sus funestos cálculos.

La espera fue insoportable, haciendo zapping todo el tiempo, estuve esperando insistentemente las noticias hasta la una de la mañana, sin que tuviese en ningún canal de noticias novedades sobre terremoto alguno.
Al otro día ya mas tranquilo, y pensando en lo increíblemente casual, del asunto del choque, me disponía a ver el noticiero al medio día, pensando en como nos íbamos a reír con mi mujer cuando le contara la verdad sobre la reunión con Pérez.

El almuerzo estaba servido, la tele de fondo nos notificaba de algún nuevo atraco o un conflicto en ciernes, cuando una noticia llamo mi atención, un terremoto en China, se había producido en la noche de ayer a las 00.15 hora uruguaya, por suerte sin causar victimas pues el mismo se había producido en una zona despoblada del país continente.
Estaba petrificado, el tenedor a medio camino entre el plato y mi boca. Mi cabeza giro casi inconcientemente hacia la pantalla para ver mas detalles sobre lo ocurrido, cuando la oscuridad acaparo la pantalla.

“A ver que paso con la luz?”, pregunto mi esposa, mientras yo no salía de mi asombro, “fijate si salto alguna llave, que en la cocina no hay corriente, “no te preocupes”, dije yo, transpirando y temblando, “en diez minutos la luz vuelve, es un problema de UTE”.
“Siempre inventando una excusa para no trabajar”, me decía ella a la vez que comprobaba por si misma que las llaves estaban en su posición de encendidas.
Iba a contestarle algo, ya ni me acuerdo que, cuando la retomada energía, daba fuerzas a quien desde la TV reiniciada pedía disculpas, “por el momentáneo corte, ocasionado por un incendio en una sub estación de UTE”

Mi mujer me miro con asombro, yo me seque la transpiración de la frente, y me senté, mientras escuchaba como en segundo plano a mi mujer preguntándome si me sentía bien, que me notaba pálido.
Hoy es Jueves, y según mis cálculos esta faltando un poco mas de cuatro horas y media para que todo termine, estaba dudando en escribir esto, hasta que la noticia que dio la tele sobre la explosión solar termino por convencerme de hacerlo, ahora ya no puedo seguir con este peso sobre mis hombros, y siento el deber de compartirlo, a mi familia no le he dicho nada, no quiero pensar en pasar los últimos momentos de nuestras vidas amargados y con temor. El tiempo sigue corriendo, y he decidido que si con alguien debo compartir esto es con ustedes, que tantas cosas han leído de mi, ahora, me siento mas aliviado, tal vez mañana releamos esto y nos riamos juntos de mi estupidez, a no ser claro esta, que los cálculos de Pérez hayan sido correctos, y ya no tengamos posibilidad de vivir otro mañana.

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