martes, 18 de septiembre de 2007

El fantasma.

Y de pronto se supo muerto. Fue al despertar repentinamente del coma profundo que un accidente le había producido. Solo, en aquel cubículo del CTI, veía como una línea recta avanzaba por el monitor, confirmándole el diagnostico que de antemano ya conocía.

Miro a su alrededor, y mientras veía como los médicos luchaban en vano por devolverle los latidos a su corazón, el comenzaba a reflexionar sobre su nuevo estado. Pensaba en que las cosas habían sido muy diferentes a como él las había imaginado. El tránsito hacia la muerte no había sido solemne ni grandilocuente. Solo un despertar, tras una agonía, solo eso, nada de fanfarrias ni ángeles esperándolo.

Pensó en las historias sobre túneles luminosos sobre las cuales tanto había leído, y se sintió un tanto decepcionado. –Y ahora que?- se quedo pensando, pasaban los minutos y ya, con su cuerpo cubierto por una blanca sabana, se preguntaba si el tramite de la muerte ya estaba finalizado.

Miro el reloj colgado de la pared, veinte minutos habían pasado ya, dos enfermeros con cara de cansancio comenzaban a trasladar su cuerpo inerte, ya era un estorbo en ese lugar, ahora, pensaba él, lo bajarían a la morgue para iniciar el viaje al cementerio, entonces, su historia sobre la tierra habría terminado.

Caminó, o mejor sería decir, flotó por los pasillos del sanatorio, hasta detenerse ante llantos y voces conocidas. Su familia, reunida en una pequeña sala contigua al CTI, no paraba de llorar al escuchar las explicaciones del médico.

Desde su muerte, era la primera vez que se sentía mal, no podía consolar a sus padres, a su hermana, ni a su amada novia, solo los veía con su terrible dolor a cuestas, y el también, en ese momento sufrió.

Los días pasaron, él solo lo notaba por el intercambio del personal en los turnos. Por alguna razón que no se podía explicar, no podía avanzar mas allá, de unos cuantos metros del lugar donde se había producido su muerte, por eso los cambios entre el día y la noche no los percibía tan facilmente como antes.

No sentía frío, ni calor, ni hambre ni sed, y solo dos sentimientos embargaban su espíritu, un hastío tremendo y profundo, y una tristeza indescriptible al saber que su felicidad junto a Ana había quedado truncada un mes justo antes de su boda.

Pensó que por toda la eternidad seria un fantasma atormentado y se sintió desesperado.

Ya había pasado un mes desde su muerte, -Hoy tendría que estar con mi amada Ana frente al altar-, pensó y un frío de muerte le envolvió el alma, produciéndole un escalofrío a una enfermera que justo en ese momento lo estaba atravesando. Se sentía frustrado, hubiese querido tener lagrimas para poder llorar por lo menos, pero comprobó en el peor momento que un fantasma solo sufre, no llora.

Las puertas se abrieron violentamente, gritos desesperados lo precedían, tanto que se sintió algo asustado con tanto alboroto. Una camilla con alguien encima rodaba por el pasillo rodeada de médicos, intento ver que pasaba pero no pudo, solo logro escuchar el comentario de dos enfermeros “Intento de suicidio, parece que hoy se tendría que haber casado con su novio, aquel muchacho que falleció aquí el mes pasado”

Los fantasmas no se desmayan, ni siquiera duermen, pero una sensación de ahogo y mareo lo cubrió por completo. Corrió, en realidad voló a toda velocidad hacia la sala donde habían ingresado esa camilla.

Quedo petrificado con lo que vio, las ojeras resaltaban en la palidez de esa cara que tanto había amado, las muñecas, aunque ya suturadas, habían dejado ya escapar casi completamente su vida, los médicos luchaban denodadamente, pero los paros cardiorrespiratorios al final fueron los que vencieron.

Quiso avanzar y acariciar su rostro helado pero no lo hizo, alguien a sus espaldas, con una voz conocida y amorosa, lo estaba invitando a partir juntos y para siempre de aquel sanatorio.

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